La idea que predomina en la calle, la de
que efectivamente hay un creciente desequilibrio en el reparto de la riqueza y
de los ingresos, se acerca mucho más a la verdad que la contraria. La desigualdad deteriora el vigor de las clases medias y la
meritocracia que da su carácter apacible al capitalismo. Es decir, la creciente
desigualdad hace que sea imposible pensar en cualquier perspectiva de movilidad social, mito básico sobre el
que se sustenta el capitalismo.
Desigualdad,
meritocracia y movilidad social
En principio vale aclarar que se entiende
por desigualdad, meritocracia y movilidad social….
La desigualdad económica se contempla como la distribución desigual
de bienes y servicios; ésta se da cuando dos individuos efectúan el mismo
trabajo, pero la ganancia monetaria no es igual para ambos.
La meritocracia
es una forma de gobierno basada en el mérito. Las posiciones jerárquicas son conquistadas con base al mérito, y hay
una predominancia de valores asociados a la capacidad individual o al espíritu
competitivo, tales como, por ejemplo, la excelencia en educación o deportes.
La movilidad
social implica, un movimiento significativo en la posición económica,
social y política de un individuo o de un estrato. Pero generalmente lo que se
estudia es la movilidad individual, pues el cambio en la posición de los
estratos tiene que ver más con la evolución o el desarrollo social, que no debe
confundirse con la movilidad social. Los estudios sobre la movilidad se basan
en el hecho de que los sistemas de estratificación del mundo moderno no son
rígidos y permiten el paso de un individuo de un status o de una clase a otro.
El
Capital en el Siglo XXI: Un libro que da que hablar
En esta edición les vengo a contar sobre
el furor de la publicación editorial del año, una review de “El Capital” (de
Marx) de la mano de Thomas Piketty. Este libro está haciendo ruido en EEUU y
sobre todo en Wall Street. En primera instancia, uno imagina una reacción
conservadora implacable ante tal publicación, aunque en la práctica la realidad
no es tan así … y veremos que los
argumentos del autor se sostienen en estadística pura para luego dejar lugar a
la interpretación.
La tesis del trabajo de Thomas Piketty, autor de “El Capital en el Siglo XXI”, es que
desde los años setenta del siglo XX el incremento de la desigualdad, la
concentración de la riqueza en manos de una exigua minoría social, está volviendo a los niveles del despiadado capitalismo
industrial del siglo XIX.
Después de reunir una masa de datos
durante quince años, sustentado casi exclusivamente en los registros fiscales
de Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Alemania, Japón, Suecia y
algunos otros países ricos, Piketty deduce que:
1)
el retorno promedio sobre el capital supera la tasa de crecimiento de la
economía;
2)
la riqueza heredada tiene siempre más valor que toda la que un individuo puede
acumular en una vida;
3)
de los dos puntos anteriores se desprende que el capitalismo es incompatible
con la democracia y la justicia social.
La
ecuación de Piketty
Que el retorno del capital (r) es mayor
que el crecimiento económico (g) es la ecuación fundamental de dicho libro: r
> g. La ecuación, aparece por todas partes: periódicos digitales, foros,
twitter… Si r > g, el capitalista acapararía la parte del crecimiento
económico. Así el capitalista aumentaría su riqueza mucho más rápidamente que
el pobre.
En el terreno práctico, Piketty propone
un impuesto progresivo al capital, o a la riqueza, que debería aplicarse
globalmente. El economista francés
distingue entre beneficio, por un lado, y renta por el otro; es decir, entre el
capital “con utilidad social” y aquel que no la tiene. A renglón seguido,
Piketty admite que su propuesta es “utópica”.
Piketty encontró
su defensor más decidido y de mayor prestigio en Paul Krugman. En su columna
del New York Times, Krugman (Premio Nobel de Economía) dijo que su colega
francés es “un prodigio de honestidad”. Krugman subraya una de las ideas clave
de Capital in the Twenty–First Century: el
mundo tiende a volver a una situación similar a la inmediatamente anterior a la
Primera Guerra Mundial, cuando la economía internacional estaba dominada “por una oligarquía cuya riqueza era
heredada”. El aumento drástico de las desigualdades sociales, sostiene Piketty
(y Krugman hace hincapié en esta idea) destruye el mito de que las fortunas se
ganan por mérito. La riqueza, dice el libro en cuestión, procede cada vez
menos de la iniciativa empresarial y más de la herencia y de la renta; esto es,
de la especulación financiera.
Por qué es tan utópica la
propuesta de Piketty
Más
allá de las teorías que se puedan desarrollar con objetivo de vivir en un mejor
sistema capitalista readaptado o modificarlo por completo para siempre, hay dos
claves fundamentales que sostienen la conservación de todo el sistema. Una se
refuerza a la otra, y en este punto es donde entra a jugar la economía
conductual:
1)
La
ilusión de pertenecer: se han realizado estudios que demuestran
que el ser humano se identifica con lo bello y lo virtuoso, explicándose de esta
forma que la riqueza sea tan valorada y la pobreza tan denostada, sin importar
las causas que las generaron. La ilusión de lograr la ansiada movilidad social llega
a puntos límites como el de EEUU donde un grupo de multimillonarios y poderosos
hombres de negocios denominado “Millonarios Patrióticos”, le pidió al Congreso
que les aumenten los impuestos para ayudar a controlar el déficit presupuestario
y así evitar que se lleven a cabo recortes sociales.
Paradójicamente,
la ilusión de la población de algún día ocupar ese lugar y de la identificación
personal para con lo “rico” provoca que pague muchísimo más en relación a su
riqueza una enfermera que un multimillonario, y hasta ahora esto no ha podido
ser revertido en el Congreso Estadounidense.
2)
El
poder de Davos: la cumbre de Davos es el foro económico
mundial, es el lo más alto del poder económico mundial concentrado. El poder
acumulado por los sectores participantes es inmedible, y se reúnen anualmente
en el Foro Económico Mundial para debatir propuestas sobre la agenda económica
de. Para ponerlo en concreto, no hay forma de poder mayor de influencia
ideológica, política y económica que la de estos sectores más poderosos. Ese
poder se puede ver en las estadísticas de los más ricos del mundo. La mayoría del
resto de la población es consciente de que no tiene ningún tipo de poder para
cambiar nada, sino que debe flexibilizarse y adaptar su vida a las reglas de
juego vigentes, intentando ser lo más felices que les sea posible.
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