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martes, 1 de julio de 2014

10 claves para elegir un posgrado


Una vez terminada la universidad, para muchos casos como el mío, es el momento de plantearse qué opciones de futuro tenemos. Una de ellas pasa por elegir un título de posgrado que permita seguir ampliando nuestros conocimientos, mayor especialización. Elegir el posgrado más adecuado a los intereses personales de cada candidato no es una decisión sencilla. La oferta de estudios de posgrado en nuestro país es muy abundante y diversa, con especializaciones en casi todos los campos. Dar con el mejor programa dependerá del perfil de cada uno, de los objetivos, del 'background' académico, de la experiencia y de la capacidad de inversión o financiación. No es aconsejable guiarse sólo por las demandas del mercado, sino pensar en el rumbo que se quiere dar a la profesión.

 

“Los jóvenes con posgrado ganan alrededor de un 60% más que los licenciados de grado. Las diferencias aumentan con el paso de los años”

 

Leyendo varios artículos acerca del tema llegué a elaborar 10 cuestiones a considerar a la hora de elegir un centro de formación para decidir de la forma más racional posible:

 
 
 
1)     La primera clave es la estrategia de carrera profesional: La idea central es ver hacia dónde se quiere apuntar en la vida profesional, independientemente del lugar en el que uno esté trabajando, o en el área en que se haya formado. Hay que ver qué competencias se piden en el puesto en que a uno le gustaría tener dentro de unos años y tratar de adquirirlas. Lo que pide el mercado, entonces, debe ir después de lo que “le sirve a cada uno como persona”. El posgrado debe servir para otorgar perspectiva sobre la actividad profesional, un espacio de crítica, cierta distancia con el trabajo cotidiano, que en general anula esta posibilidad de análisis crítico sobre lo que uno hace.
2)    Buscar el tipo de programa más adecuado: Hay cursos a tiempo completo, denominados full time, que exigen plena dedicación. Los executive se dirigen a profesionales con experiencia y tienen horarios que se pueden compaginar con la actividad laboral. Hay que distinguir además entre los generalistas y los especializados. Los generalistas, como el MBA, dan una visión de todas las áreas de la empresa. Pueden ser convenientes para profesionales que no han estudiado Empresariales y desean asumir posiciones de gestión. Es el caso típico de los ingenieros. Los especializados son recomendables para recién titulados que quieran encaminarse a un determinado sector, o para profesionales que quieren reorientar su carrera hacia otros sectores o reinsertarse en el mercado de trabajo.
 3)    Buscar la institución más adecuada: la seriedad y experiencia de la institución que ofrece el posgrado son un criterio por tener en cuenta, seguido por la calidad de su plantel docente. Debido a que la relación que se establece en el posgrado entre docentes y alumnos es distinta a la del grado, el posgrado deberia incluir un seguimiento personalizado.
4)    ¿Estudiar en el extranjero? Los programas Argentinos compiten en calidad con los extranjeros. La experiencia exterior facilita la posibilidad de optar a determinados puestos o a tener una carrera profesional internacional. Otra opción es estudiar en un centro nacional que proporcione intercambios de alumnos con escuelas de otros países o matricularse en un posgrado de una universidad de Argentina que ofrezca una estancia en el extranjero como parte del programa académico, e incluso prácticas en empresas foráneas.


 
5)    ¿Hay que elegir por el prestigio o por el precio?
El consenso entre antiguos alumnos, profesionales y entendidos es total: cada cual debe escoger el posgrado que más se adapte a sus características personales, perfil, ambiciones y circunstancias. Pero, lógicamente, el reconocimiento que el programa y el centro tengan en el mundo empresarial es una de las cuestiones más importantes a la hora de decidirse. Algo, no obstante, que está condicionado por la capacidad de inversión de cada persona. La elección en este caso es personal, pero hay que tener en cuenta las limitaciones económicas.
6)    Verificar si existen becas o ayudas económicas: al momento de decidir y cuanto se están valorizando económicamente las diferentes opciones, conviene verificar si cumplimos las condiciones para ostentar de alguna beca o beneficio por nuestra universidad de graduación, nuestro promedio, nuestro trabajo y experiencia, y hasta nuestra capacidad deportiva.
7)    Analizar financieramente al posgrado como si fuera una inversión: otro punto que puede ser interesante es hacer un cash flow del posgrado, teniendo en cuenta al posgrado como una inversión que nos traerá beneficios futuros, ver su tasa de rentabilidad, etc. Este punto puede darnos una visión optimista de la inversión que vamos a hacer, en vez de verla como un gasto.
8)    ¿Incluyen prácticas en empresas estos programas? Es interesante pensar, sobre todo para los posgrados profesionales, si ofrecen vínculos con empresas privadas u organismos públicos. Algunos másteres dirigidos a recién titulados universitarios sin experiencia o a jóvenes con una corta trayectoria las ofrecen. Es importante saber si el centro las garantiza a todos los participantes, como una parte del programa académico, o si sólo son una posibilidad.
9)    ¿Es recomendable compaginar el curso con un trabajo? Hay quienes piensan que para aprovechar al máximo un máster es preferible centrarse en el curso y no compaginarlo con otras tareas. Esto es más indicado si se quiere realizar una inmersión total y dar un giro radical a la carrera profesional. Sin embargo, muchos creen que si se trabaja al mismo tiempo en trabajos relacionados el resultado será más enriquecedor, porque se puede ir aplicando cada día lo aprendido.
10)    ¿Qué dedicación exige la participación en un posgrado? Relacionado con el punto anterior, muchas veces para rentabilizar al máximo un máster es necesario dedicar muchas horas al estudio, a la preparación de las clases, a la resolución de los casos prácticos y a los trabajos en equipo. Muchas escuelas de negocios informan en los temarios del número de horas que llevará al estudiante preparar cada asignatura. Una dedicación de al menos 7 horas semanales puede ser una pauta aproximada, aunque esto es muy variable.