miércoles, 7 de mayo de 2014

Tipos de Economistas según Jorge Avila

Según la revista inglesa The Economist hay cuatro tipos de economista. El académico, el city economist, el business economist y el Treasury economist.
 
El economista académico es el que trabaja en una universidad. Enseña e investiga. Dicta cursos de grado y de post-grado, lleva adelante una agenda de investigación y publica sus resultados en journals internacionales, también en revistas científicas del país y en libros. De vez en cuando escribe para diarios y responde reportajes, aunque puede opinar sobre cuestiones públicas con mucha independencia; de vez en cuando puede ganar unos pesos en trabajos de consultoría para gobiernos, cámaras y empresas, y alguna vez en su vida se puede dar el lujo de asesorar a un candidato presidencial, un ministro o un presidente de la Nación. Es quien tiene el mayor entrenamiento formal de todos los economistas. En la década de 1970, bastaba con un Master of Arts. En la de 1980, con un Ph.D. A partir de la de 1990, es imprescindible un Ph.D. más publicaciones enjournals internacionales. Si no cumpliera este último requisito, el economista será un académico de cabotaje.
Para ciertos temperamentos no hay mejor alternativa que convertirse en un economista académico de cabotaje. En estos tiempos de alta especialización, ser considerado como tal equivale a una descalificación profesional. Los académicos lo miran con desdén pues no publica en journalsinternacionales; los consultores, como se mira a un pariente pobre, y la mayoría, como a un ideólogo (que es una mala palabra). Creo, sin embargo, que este tipo de economista, si ha escrito con rigor y ha defendido propuestas relevantes desde el punto de vista conceptual, es el más útil para un país que se halla en trance de reorganizar sus instituciones y el que hace el mejor uso de la posibilidad de emitir una opinión independiente.
 
El city economist es el economista que trabaja como consultor de bancos y empresas o bien como parte del staff de investigadores de grandes bancos. La diferencia entre estas dos ocupaciones no es menor. Un buen consultor debe estar bien informado, debe tener habilidad comercial y necesita capacidad de análisis de la coyuntura. Está metido en un negocio y su éxito se mide por la plata que gane. Depende más de la información que del análisis. Una maestría en Economía, en el país o en el exterior, es suficiente. Le conviene hablar un inglés fluido. Le convendría tener un dominio de la econometría básica. Puede alcanzar mucha influencia mediática. Puede llegar a ser ministro de economía, presidente del banco central. No cabe esperar que tenga una opinión realmente independiente que lo lleve a enfrentarse al gobierno o a banqueros y empresarios, puesto que perdería valiosas fuentes de información y clientes. No hace aportes al pensamiento económico. Tampoco pretende hacerlos. Alan Greenspan, ex-presidente de la Reserva Federal, es un soberbio ejemplo de un city economist que logró fama, riqueza y poder.
A su vez, el city economist que trabaja para un banco necesita una formación académica similar pero, antes que un comerciante, es un funcionario. Debe saber alguna econometría y escribir buenos reportes, debe conocer detalles de su industria y tener la capacidad para sobrevivir en el inestable mundo corporativo. Ganará más dinero que un académico pero menos que un consultor. A menos que abandone su cargo en el departamento de research del banco y abrace una carrera ejecutiva que lo transformará en un manager.
 
El business economist es una especie de city economist que en lugar de trabajar para un banco lo hace para una empresa no bancaria; por ejemplo, una importante constructora, una importante petrolera o un importante fabricante de productos de consumo masivo. Si la empresa no fuera importante no tendría necesidad de tener economistas en su staff. En términos generales, necesita igual preparación académica que el city economist. Tendrá un perfil profesional similar, no será una personalidad mediática, no asesorará a políticos ni formará parte de gobiernos. No escribirá artículos que esclarezcan a la opinión pública. Y como su par bancario, si optara por una carrera ejecutiva incrementaría sus ingresos en buena medida.
 
El Treasury economist es el economista que opta, por vocación o por las circunstancias, por un trabajo en el gobierno. Los economistas son muy demandados como funcionarios de carrera en áreas como Hacienda, Comercio, Cancillería y Banco Central. Son útiles en el gobierno. De jóvenes, recolectan y procesan estadísticas, escriben memos y contestan expedientes y pueden asistir a excitantes reuniones de formulación de política económica. Para ingresar al gobierno basta una licenciatura en Economía, como en los casos del city economist y el business economist, pero para escalar posiciones se impone una maestría local o internacional. La carrera como funcionario público puede ser ingrata años después de la experiencia inicial. Se ganan sueldos relativamente bajos, aunque del gobierno uno se va porque quiere y no porque lo echan. El gobierno suministra de hecho un tenure, es decir, un puesto inamovible. Un profesional capaz puede alcanzar rápidamente una Dirección Nacional, que es el techo de la carrera técnica. Para mantenerse en ella le hará falta una buena dósis de habilidad política. En especial, mucho tacto y paciencia para colaborar con los impetuosos improvisados que rotan a gran velocidad en los cargos políticos (subsecretarías, secretarías, directorios y ministerios). También deberá tener la prudencia de no opinar con firmeza sobre nada. Como norma, un funcionario de carrera no llega a ministro ni a presidente del banco central. A estos cargos políticos se llega desde afuera, por la vía de la militancia política, la consultoría de alto perfil y, quizá, la academia.

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